GUTIÉRREZ + PINYA - “ROLEPLAY COLONIAL”

Casal Solleric - Zona Base - 
(HIPER)vincles 
24 de mayo de 2012




Desde España hasta Filipinas, desde el pasado hasta el futuro, de una cultura a otra, con sus tradiciones y conocimientos, creencias y realidades, mitos, interacciones e influencias; ideas que entraron en contacto, que se declinan y derivan, que se unen y separan, nuevos vínculos para generar nuevas formas que poseen nuevos contenidos. El ciclo de exposiciones (HIPER)vincles fija su prisma en los caminos de la historia, oficial y oficiosa, en lo que sucedió, en lo que creemos que sucedió y en cómo queda testimoniado, centra su reflexión en la evidencia de que cualquier hecho puede influir en las sucesivas generaciones y las sucesivas generaciones pueden ir modificando cualquier hecho, en cómo va cambiando nuestra percepción mientras la globalización nos va cambiando, nos va homogeneizando y nos va desubicando, una hiperrealidad reciente y relativa donde el espacio y el tiempo van variando sus medidas para dejar constancia de que ya no hay distancias, de que todo está conectado y de que el tiempo, en nuestra frenética contemporaneidad, se estira y se comprime hasta lo absolutamente instantáneo. 



Aquí, la cultura y la historia, comparecen hipervinculadas, retroalimentadas e influidas por las visiones de dos artistas autónomos con un proyecto conjunto, una reflexión titulada “Roleplay Colonial” del creador estadounidense de origen filipino Robert Gutiérrez y del mallorquín Albert Pinya. Una propuesta que orbita alrededor de la tumultuosa historia colonial entre España y Filipinas, confrontando las diferentes visiones de sus dos autores inducidos por sus respectivas herencias y condicionados por su propio, personal e intransferible tamiz, recreando de nuevo aquella situación y tratando de construir un mundo lleno de nuevas realidades. Ambos parten de la conquista colonial, de lo que saben, de lo que piensan, de lo que les han contado, de cómo lo visualizan, de sus respectivas posiciones nacionales, mientras se desvían de los tópicos y de lo comúnmente aceptado, invirtiendo la subyugación, refundiendo y redefiniendo los acontecimientos importantes, los seminales y las anécdotas, enturbiando cronologías, quebrando trayectorias, introduciendo las catástrofes naturales y el temor bíblico, lo sobrenatural y las fuerzas celestiales, los marcianos y el garrote vil, soldados, curas, guerreros, dioses, vírgenes y nativos, armas, barcos, vísceras y sangre, y violencia, claro. Una historia tan vieja como la vida misma, una historia de conquistadores, pero también de conquistados. 




Un acercamiento multidisciplinar que pone su énfasis en la desaparición y en el ocultamiento, en cómo la historia se escribe a base de borraduras y convenciones, mientras los artistas van solapando sus ideas y muchas capas de pintura, uno sobre otro y viceversa, creando un símil con aquella información que fue sepultada por interés, que fue obviada por las manipulaciones y el paso del tiempo, una pintura que toma la forma de una voluta enrollada sobre si misma en un códice que despliega una narrativa reubicada y reestablecida pero de escala ambiciosa, de formas orgánicas y dimensiones épicas, una reinterpretación de la historia que complica la sencilla progresión cronológica entre pasado, presente y futuro, para tratar de describir una experiencia más indeterminada, más personal, a la vez que los artistas implicados, sospechosos poco habituales, entran en colusión con el acontecimiento concreto, con las entrañas de un instante decisivo y crítico, único, irrepetible e irreversible, como si de repente nos encontrásemos en la escena de un crimen con un cuchillo ensangrentado en nuestras manos, con un pincel bañado en pintura roja, lo que ocurra después, en parte, depende de todos y cada uno de nosotros.


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